La baja forma física no es solo una cuestión de apariencia o resistencia, sino que tiene un impacto profundo en la salud mental.
La falta de ejercicio reduce la producción de endorfinas, aumentando el estrés, la ansiedad y la sensación de agotamiento. La baja energía y la dificultad para realizar tareas cotidianas pueden generar frustración y afectar la autoestima. La fatiga constante y la falta de movilidad pueden llevar al aislamiento social y a un estado de ánimo decaído. El sueño también se ve afectado, agravando la sensación de cansancio y desmotivación.
A largo plazo, este estado puede fomentar pensamientos negativos y reducir la capacidad de afrontar el estrés. Recuperar la forma física no solo mejora el cuerpo, sino que fortalece la mente, aportando claridad, bienestar y una actitud más positiva.

