Las personas con pocas habilidades sociales pueden presentar varias señales que afectan su interacción con los demás. Una de ellas es la dificultad para iniciar o mantener conversaciones, lo que provoca silencios incómodos o respuestas cortantes. También pueden experimentar ansiedad social, sintiendo un nerviosismo excesivo en situaciones de interacción, lo que los lleva a evitarlas. Otra señal común es la falta de contacto visual, que puede hacer que parezcan desinteresados o inseguros.
Además, suelen tener problemas para interpretar señales sociales, como el lenguaje corporal o el tono de voz, lo que puede generar malentendidos. Algunos hablan en exceso o interrumpen, sin darse cuenta de que están monopolizando la conversación o cortando a los demás. La falta de empatía también es una característica frecuente, ya que les cuesta ponerse en el lugar del otro y pueden responder de manera poco comprensiva.
Les resulta difícil hacer y mantener amistades debido a su comunicación limitada, lo que puede hacer que se sientan solos o excluidos. Finalmente, pueden presentar expresiones emocionales limitadas o inadecuadas, reaccionando de manera exagerada o, por el contrario, pareciendo fríos y distantes en momentos en los que se espera una mayor implicación emocional.
Para mejorar las habilidades sociales, es aconsejable iniciar un proceso de terapia que ayude a identificar y cambiar pensamientos negativos sobre la interacción social, además de practicar nuevas estrategias de comunicación. También es útil la terapia de exposición gradual, donde la persona se enfrenta poco a poco a situaciones sociales para reducir la ansiedad. Además, técnicas como el role-playing y el mindfulness pueden mejorar la confianza y la capacidad de respuesta en interacciones sociales.

